La Ermita se convirtió en Convento provisional hasta que, en 1603, debido a los desvelos y diligencias de Fray Juan del Hierro, Ministro Provincial de la Orden Franciscana, se comienza la construcción del Convento de Nuestra Señora
de Aguas-Santas, adonde fue trasladada solemnemente la Bendita Imagen en 1612, permaneciendo en la que sería la Sacristía hasta que por fin se bendijo, el 8 de septiembre de 1652, la definitiva Iglesia del Convento.
El Convento se cierra el mes de septiembre de 1835, con motivo de la publicación del decreto de desamortización y exclaustración del ministro de Hacienda D. Juan Alvarez de Mendizabal, siendo Isabel II reina de España.
Hace ya varios años que las diferentes juntas de gobierno de esta Hermandad comenzaron a diseñar y elaborar los cimientos de un nuevo plan de altar para engrandecer los cultos en honor a la Virgen de Aguas Santas.
Con la candelería y primeras gradas se comenzó este proyecto, que la actual Junta hemos ido incrementando con la realización de nuevas gradas, a falta de completarlo con una mesa de altar y un dosel, pues cada año hay que pedir a diferentes hermandades que nos cedan el suyo.
Damos a conocer, pues, este proyecto que pretendemos llevar a cabo en los próximos meses, para que pronto sea una realidad.
Todo el que quiera contemplar en qué consiste, puede hacerlo en los murales explicativos que, a tal fin, se encuentran expuestos en la iglesia parroquial.
Pero para llevarlo a cabo, es indudable que se necesita la aportación económica de los fieles y devotos de la Virgen. Para ello, se ha establecido un sistema de cuadrículas, que irán marcando la evolución de las distintas aportaciones.
Cada cuadrícula ha sido valorada en 50 euros, y todo aquel que desee participar, adquiriendo alguna de ellas, puede hacerlo a través de cualquier miembro de esta Junta de Gobierno.
Es nuestro deber no solo mantener el patrimonio que a lo largo de los siglos nos han legado nuestros antepasados, sino también aumentarlo y engrandecer con ello, los cultos y devoción a la Virgen.
Se trata, pues, de un regalo de todo el pueblo a la Santísima Virgen de Aguas Santas, nuestro mar inmenso de aguas saludables, aquella que siempre nos espera, la que ocupa cada rincón de nuestros corazones y nuestras vidas, y que cada mes de septiembre pasa a ocupar el altar mayor para la celebración de su solemne novenario.
Consigamos, entre todos, que ese altar sea admirado por todos sus fieles y devotos y se convierta en un legado para las generaciones futuras.